Las mujeres se fijan más en el físico de las otras personas de su mismo sexo que en el de los hombres. Es más, cuando hablan cara a cara con otra mujer, miran a sus pechos y al resto de atributos sexuales durante el mismo tiempo que emplearía, de media, un hombre. Esta es la conclusión a la que ha llegado uno de los experimentos que acompañan al estudio My Eyes Are Up Here: The Nature of the Objectifying Gaze Toward Women, publicado en el último número de la revista Sex Roles por los especialistas en temas de género de la Universidad de Nebraska-Lincoln Sarah Gervais y Michael Dodd.
Los resultados del estudio ponen en evidencia que tanto hombres como mujeres son corresponsables de la denominada cosificación u objetivización de la mujer. Es decir, nos seguimos fijando más en el envoltorio que en la personalidad y en las cualidades intelectuales, lo que contribuye a vincular a la mujer con un mero objeto sexual. Para Gervais y Dodd, esta autopercepción de las mujeres tiene como consecuencia una serie de implicaciones psicológicas negativas, como son el estrés y la baja autoestima, lo que puede llegar a reducir su rendimiento intelectual.
La autocensura es otra de las consecuencias directas de la tiranía de la imagen, y de ahí la popularización de las operaciones de cirugía estética, sobre todo en lo que se refiere a los implantes de mama. De hecho, según las últimas encuestas, el 80% de las mujeres asegura no sentirse a gusto con alguna parte de su cuerpo. Como explica el psicólogo y sexólogo de la Fundación Sexpol, Roberto Sanz, el hecho de que las mujeres se comparen entre sí casi de manera obsesiva suele provocar “una insatisfacción vital constante que, quizá no sea demasiado elevada, pero que sí es constante” a lo largo de casi toda su vida.
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