La madre lo llevó al lugar para que viera el último sitio donde estuvo su padre y se le perdió entre las olas

Frank Hernández | ÚN.- Marbelys ahora sí recordaba, con mucho remordimiento, aquella noche en la que había decidido acabar todo con Orlando.
Lo que mal había comenzado, mal, muy mal, había terminado. Orlando había sido "costilla" de "El Negro Carlos", su primera pareja.

Orlando lo traicionó en un atraco y dejó que lo masacraran a tiros. Así fue como llegó hasta Marbelys. A punta de consuelos y mentiras piadosas logró engatusarla. Tuvieron un chamo, pero después que éste nació, la situación cambió.


Como todo hampón, hacía lo que le daba la gana. Allí estaban incluídos "los cachos" que aquella morena delgada, que se había criado en Las Tunitas, no estaba dispuesta a soportar más.


En una tarde de cervezas y discusiones, ambos fueron a parar a la playa de Arrecife. Decidieron ir allí para hablar de la relación y de la vida de "perros y gatos" que llevaban.


"Chamo, esto no tiene compón. Tú sigues tu camino y yo el mío. A Orlandito lo ves cuando quieras, no tengo 'peo' con eso. Pero esto ya no sirve", le dijo con serenidad. Los reclamos y las acusaciones mutuas de infidelidad no faltaron.


En una de locura, el hombre se lanzó al mar con ropa y todo, pasado de tragos. Pensó que ella lo iba a detener, pero no fue así. Al siguiente día consiguieron el cuerpo, ya descompuesto, en Playa Verde.


Todo quedó como un suicidio. La morena no podía sacarse el remordimiento. Aquel jueves, llevó al niño, ya de dos años, hasta esa misma playa. "Aquí fue que estuvo tu papá la última vez", le dijo, aunque no la entendiera.



Con nostalgia veía a su hijo jugar en la orilla. Estaban los dos solos. De repente, sin saber de dónde, una ola arropó al menor y lo arrastró mar adentro.
La negra corrió y se lanzó al mar, pero no pudo alcanzarlo. El niño no llegó a gritar.

Con desesperación vio cómo se le perdía entre las olas y empezó a gritar. Llegaron trabajadores de la planta y pescadores del lugar. Se lanzaron al mar, pero no pudieron encontrarlo. Nunca lo hallaron.

"Maldito, te lo llevaste, te lo llevaste", gritaba, tirada en la arena, ante la mirada atónita de los curiosos, que no entendían a qué se refería.
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